Cuando te dicen que pienses en algo típico de Italia… ¿qué se te viene a la cabeza? El Coliseo, la pizza, la ópera, los antiguos romanos, la Sofía Loren , el fútbol, el Papa, la última chorrada de Berlusconi…. Son infinitas las respuestas, Italia siempre ha sabido venderse muy bien de cara al extranjero (bueno, menos por lo de Berlusconi) y todo el mundo, vayas a donde vayas, tiene una imagen más o menos tópica de este país. Pero seguro que son muy pocos los que piensan en algo genial y que resulta que aquí está por todas partes: los manantiales de agua termal.
Italia es muy inestable desde el punto de vista sísmico. Está llena de volcanes, tanto activos (el Etna, el Vesubio, el Stromboli…) como inactivos. Por no hablar de los terremotos, que de vez en cuando se hacen notar (yo aún no he notado ninguno) y a veces son bastante dramáticos. Rara es la ciudad italiana que no ha sido destruida alguna vez por uno. La última L’Aquila, en Abruzzo, que desde 2009 está en ruinas, pero eso sí, haciendo rico a más de un cabrón especulador.
Peeeero, también tiene sus cosas “buenas”: si no hubiera sido por el Vesubio las ciudades romanas del golfo de Nápoles no habrían llegado hasta nosotros, muchos volcanes inactivos, sobretodo en el centro de Italia, se han convertido en lagos (el Bolsena, el Trasimeno, el Nemi…) y no hablemos ya del paisaje de Sicilia con el Etna echando humo. Pero lo más práctico y curioso es la gran cantidad de fuentes de agua termal que te encuentras a lo largo y ancho de la bota. Y claro está la Toscana no iba a ser menos. Es más, en Grosseto tenemos, entre otros, dos manantiales muy famosos: Saturnia y Petriolo.
El Etna humeando visto desde el teatro romano de Taormina |
Antes de nada deciros que lo más alucinante de estos sitios es que son gratuitos. Bueno en realidad están las dos opciones: puedes pagar en alguno de los establecimientos tipo spa que hay por la zona, bastante caritos, o se puede optar por la versión más auténtica y dominguera, que para mi vale más la pena, en la que el acceso es completamente libre, de día y de noche.
Saturnia es el típico pueblecito toscano: pequeñito, en un alto dominando un pequeño valle y con casitas de piedra y callejas estrechas. Existía ya en época romana y puede que también etrusca. Como os podéis imaginar, los romanos, que eran muy apañados, ya explotaron los manantiales de las cercanías construyendo termas. Como el agua ya viene caliente de fábrica, se ahorraban el tener que estar calentándola.
Una de estas fuentes, a dos kilómetros del pueblo, gratuita, con aparcamiento y chiringuito incluidos, es conocida como las cascadas del Molino o del Gorello. En ellas, un potente chorro de agua sale de la tierra a una temperatura de 37’5 grados y escurre por la ladera hasta llegar al río. A lo largo de este breve recorrido, los minerales que lleva el agua han formado pequeñas piscinas en la pendiente. Las piscinitas blancas, escalonadas unas sobre otras, el agua azulada y la nube de vapor crean un paisaje espectacular y sobretodo inesperado (por no hablar del tufazo a huevo podrido que hay por todas partes debido al azufre que contiene el agua).
Aquello se llena siempre de gente, en invierno y en verano, que utiliza el antiguo molino abandonado como vestuario improvisado. Dicen que las aguas tienen propiedades benéficas para la piel y la circulación. A lo mejor hay algo de verdad en eso (las picaduras de mosquito dejan de picar cuando te metes en el agua). Lo que sí es seguro es que después de una sesión allí hay que lavar al menos un par de veces el bañador para quitarle la peste. ¡Ah! Y la plata se vuelve negra, así que ojito con los pendientes.
El problema de Saturnia es que está un poco alejada de Grosseto (a tomar por culo vaya), así que algo más cerquita tenemos las termas de Petriolo. Para llegar se coge la Statale 223, la carretera que une Grosseto con Siena, y se toma el desvío hacia el pueblo de Pari, siguiendo después las indicaciones hacia las termas. De esta manera se baja hasta el fondo de un profundo valle cubierto de bosques de encinas y castaños. La peste y los coches aparcados de mala manera en la cuneta indican el lugar. También son gratuitas y de libre acceso continuo, aunque no tienen ni aparcamiento ni restaurante o bar cerca.
Aquí también anduvieron los romanos trajinando con el agua, aunque las primeras noticias que se tienen del lugar son de época medieval. De este momento datan las ruinas que se ven alrededor de las termas (unos altos muros semienterrados y una torre defensiva que convirtieron a Petriolo en las únicas termas fortificadas), los restos de un puente al lado del puente actual y una pequeña iglesia románica.
El agua mana a una temperatura de 43ºC y escurre por la pared hasta llegar al río Farma, formando a su paso las típicas bañeritas. Las propiedades curativas del agua y del barro son conocidas desde antiguo, sobretodo para enfermedades de la piely las articulaciones. El Papa Pio II, de origen sienés, vino aquí en 1458 para curarse de la artritis que padecía, y dijo que la misa que había dado en la iglesia vecina había sido la más bonita de toda su vida.
La diferencia con Saturnia es que aquí tenemos el agua caliente del manantial y la fría del río, por lo que se pueden hacer tratamientos para mejorar la circulación. Bueno, otra diferencia es la cantidad de perroflautas que a veces te encuentras allí y que lo dejan todo lleno de mierda…
Estos son solo dos ejemplos de la cantidad de termas existentes en Toscana e Italia y un motivo más para visitar este bonito país. Más y mejor en el próximo post. Un abrazaco.
wo, q interesante!
ResponderEliminarme habria encantado ir a las termas esas de las piscinas cuando estuve, pero la verdad que entre la maldita gripe que llevé, y que no era tiempo ya de baños...
wo wo, muy chulo pete!