Los días siguientes a mi llegada decidí tomármelos con tranquilidad. La experiencia en Inglaterra me hizo darme cuenta de que, cuando llego a un sitio nuevo, necesito un poco de tiempo para situarme en el espacio-tiempo, esto es, conocer un poco el lugar física y mentalmente. Es como cuando te presentan a una persona de la que has oído hablar; a su nombre le asocias inmediatamente una cara y un cuerpo y con el tiempo llegas a conocer parte de su personalidad, sus secretos, su forma de pensar. Con las ciudades pasa lo mismo. Recuerdo que cuando llegué a Bristol por primera vez me pareció un agujero asqueroso en el fin del mundo, pero al cabo de un par de meses la veía hasta bonita. Por eso tenía ganas de empezar a descubrir Grosseto. Cuanto antes lo hiciera, más cómodo estaría y menos pensaría en Madrid.
Por lo que había visto en Googlemaps cuando buscaba casa desde Madrid, la ciudad se situaba en el extremo de una gran llanura, cerrada por tres de sus lados por montañas y por el mar en su extremo oeste, a unos diez o quince kilómetros. No era excesivamente grande, unos 70.000 habitantes, y en el centro destacaba el casco histórico, pequeñito en comparación con el resto y delimitado por las típicas murallas de época moderna a forma de estrella. Desde un primer momento me sorprendió lo bien comunicada que estaba: con el tren, te plantas en dos horas en Roma, en poco más de una en Pisa, y en bus tienes Siena y Florencia a una y dos horas respectivamente. Entre eso y el mar me iba a hinchar a hacer turismo.
El primer día me desperté tarde y después de desayunar (leche sola, aquí no tienen cola-cao, ainsssssss ya empieza la morriña) salí a la calle y seguí el mismo recorrido que había hecho con Michele la noche anterior. Me fijé que los edificios eran bastante nuevos, tendrían máximo unos treinta años. Las calles estaban un poco desastradas (a veces no sabía si los agujeros que veía eran baches o cráteres de bomba de cuando la guerra), y no digamos ya los “parques”. Para entrar en algunos habría venido bien montarse en el elefante del circo… Me di cuenta de que los edificios cambiaban de golpe poco antes de llegar a las murallas. Eran parecidos a los que hay en Roma en los barrios construidos durante el fascismo.
Las murallas, y lo digo de nuevo, son impresionantes: construidas en ladrillo formando bastiones triangulares, recuerdan a las de la ciudad de Luca o a las de Ciudad Rodrigo, aunque en versión más de andar por casa. Para superarlas desde donde yo venía, habían aprovechado una brecha para encasquetar un puente muy modelno que además salvaba el foso. Lo primero que te encuentras es, como dije en el post anterior, la cárcel, y a la derecha, encastrada en la muralla, una torre de piedra que claramente era mucho más antigua. Son los restos de la primera fortaleza, el cassero, contruida por los sieneses en el siglo XIV.
Las murallas y el Cassero |
El centro de la ciudad es otro mundo. Chiquitín y peatonal, parece un pueblecito. Una calle principal, el Corso, lo atraviesa de norte a sur, entrando por la Porta Nuova y saliendo por la Porta Vecchia. En el centro se ensancha hasta formar la Piazza Dante , circular y porticada en uno de sus lados. Es el corazón de la ciudad, con los edificios más importantes: la catedral, el ayuntamiento y la sede del gobierno provincial (Porque ahí donde la veis, Grosseto es la capital de la provincia del mismo nombre, una de las diez que forman la Región Toscana ).
La catedral y el ayuntamiento. |
Piazza Dante con la estatua de Leopoldo II de Lorena |
Piazza Dante, con la catedral y el Palazzo della Provincia |
Aparte esto, no había mucho más. Otras dos plazas, con la iglesia de San Francesco y el museo (al que no entré, era viernes y pensé que total esperar hasta el lunes no iba a ser un gran trastorno para nadie) y la Piazza del sale (Plaza de la sal), con lo que parecía, ¡oh, gracias Señor!, un pub irlandés. No era exactamente lo que tenía en mente para ir a tomar algo por las noches en la Italia profunda, pero por algún sitio podría empezar.
Después de un par de horas dando vueltas, ya me había hecho una primera idea de lo que este sitio me ofrecía. Grosseto ya tenía cara. Ahora faltaba hablar con ella, entenderla, conocer su historia. Y para eso, qué mejor que el museo, ¿no?
P.D.- Después de las reformas financieras del gobierno Berlusconi, la provincia de Grosseto ha sido anulada, así que ya no vivo en una capitaaaaalllll. Silvio, ¡CABRÓN!
jajajaja, cuanto saber pete!
ResponderEliminarbueno, y si ahora no sois provincia? q es? se ha fusionao con otra? q cosas...