lunes, 29 de agosto de 2011

Un Palio estilo gañán.

Bueno, como sé que a muchos de vosotros el rollo de la historia, los museos y tal os aburre (y no quiero mirar a nadie…), hoy os contaré una de las primeras excursiones que hice por estos lares, que sinceramente, en la escala de fricadas está bien alta. Pero antes os tengo que hablar un poco de una de las fiestas italianas más famosas a nivel mundial y que se celebra en una ciudad de aquí cerca: el Palio de Siena. Sí, lo sé, los puristas me diréis que Siena ya no está ni en la Maremma ni en la provincia de Grosseto, pero esperaros un poco, que todo tiene una explicación.

Siena es un lugar verdaderamente único, que sería perfecto si no tuviera el clima de mierda que tiene, si fuera un poquito más cómoda de habitar y si estuviera mejor comunicada. Pero bueno, esas “pequeñas” cosas contribuyen también a su encanto. De fundación etrusca, alcanzó un gran desarrollo durante la Edad Media, cuando era una república independiente conocida en toda Europa por sus comerciantes y banqueros. Luego llegó la Peste Negra y lo jodió todo, pero bueno, eso es otra historia. El corazón de la ciudad, entorno al que se articulan las principales calles, es la Piazza del Campo, una gran plaza ligeramente inclinada y con forma de concha, donde se sitúa el palazzo del comune (el ayuntamiento) con su famosa Torre del Mangia. Es en esta plaza donde tiene lugar desde 1644 dos veces al año el famoso Palio, que no es más que una carrera de caballos entorno a la plaza.

Piazza del Campo
Esto, que a primeras parece una curiosidad como otra cualquiera, es casi como una religión para la mayoría de sieneses y entorno a la carrera se ha ido creando con el tiempo una ceremonia y un fanatismo que llega a límites verdaderamente curiosos. En la carrera participan diez de los diecisiete barrios (o contradas) en los que se divide la ciudad, que vienen a ser algo así como nuestras peñas. Cada barrio tiene una bandera, con unos colores propios, un símbolo (que por lo general es un animal: la lechuza, el águila, la pantera, la tortuga, el puercoespín, la oca…), una iglesia, donde se bendice el caballo antes de la carrera y donde se guardan los materiales de la contrada (trajes, instrumentos, banderas), una fuente, donde se bautiza a los nuevos miembros, una sede, donde se celebran las reuniones, cenas y fiestas de los miembros, una serie de cargos oficiales que vienen elegidos de tanto en tanto, etc.

Placa en una de las calles de la contrada del Águila
Casa del caballo de la contrada del Caracol
Durante la carrera prácticamente no hay reglas, los jinetes se hacen de todo entre ellos. De hecho, lo que cuenta es que llegue el caballo, si lo hace con o sin jinete da igual. Y claro está, el fanatismo llega también a la gente. Algunos años los miembros de una contrada han dado una paliza al jinete de otra rival, o han intentado drogar o lesionar a los caballos. Existen rivalidades entre algunas de estas contradas, que desde hace siglos no se soportan, como las del caracol y la tortuga, la oca y la torre o la pantera y el águila. Y esto influye en aspectos de la vida cotidiana de la gente como los matrimonios y los hijos. Hay autenticas luchas dentro de los matrimonios pertenecientes a distintas contradas por ver en cual de ellas se inscribe a los hijos.

¿Y todo esto para qué? Pues para ganar el palio, un estandarte bordado que representa a la Virgen o algo así.

El caso es que Siena no es el único sitio donde se celebra un Palio. Otras muchas localidades también lo hacen o lo han hecho a lo largo de su historia (parece ser que Grosseto celebraba uno allá por el siglo XIX). Pero claro, no en todas partes tienen las pelas y los recursos de Siena, así que adaptan la tradición como pueden y celebran il palio dei ciucchi (el palio de los borricos), un palio a la gañana.

Mi compañero de piso, Michele, me dijo que en Campagnatico, un pueblo de por aquí cerca, iba a celebrarse una de estas carreras de burros y que si me apetecía acompañarle. El pueblecito era muy chulo. Chiquitín, en lo alto de una colina con unas vistas alucinantes a un valle. Estaba lleno de gente y mientras esperábamos a que la carrera empezara, dimos una vuelta por sus cuatro calles. Parecía una Siena en miniatura, con las casas de ladrillo y piedra, las calles estrechitas y banderas distintas adornando cada barrio (en este caso eran sólo cuatro las contradas). Antes de la carrera los miembros de cada barrio salieron en desfile hacia la línea de salida, todos vestidos en plan medieval y con los borricos, dos por contrada.





La carrera era en la carretera que bordea el pueblo, pero sólo un trocito, duraba 20 segundos jajajaja. Aquí os dejo el video con una de las dos que hicieron.


Si por casualidad alguno está interesado en el Palio de Siena y quiere saber más aquí os dejo una página con toda la info: http://www.ilpalio.org/

Por cierto, este año han ganado la Oca en julio y la Jirafa en agosto.

martes, 16 de agosto de 2011

Primer día de curro.

Ese fin de semana, lo pasé en casa practicando lo que aquí llaman il bel far niente (que en español viene a ser “tocarse los cojones a dos manos”). ¿Para qué estresarme sin necesidad, digo yo? Así que disfruté como un enano de mi terraza, leyendo, tomando el sol, viendo pasar las nubes y conociendo uno a uno a todos los mosquitos de la zona…

El lunes por la mañana me levanté temprano (había descubierto que mi cama no era demasiado buena, a veces algunas tablas del somier se desprendían y yo acababa en el suelo…), me adecenté y llamé al teléfono que el director del master me había dado como único medio de contacto con la dirección del museo. Mientras marcaba, me venían a la cabeza las palabras de ánimo que, durante el verano, mi querido progenitor me había dedicado (¿Y quién te dice que ese teléfono está bien? A lo mejor estás llamando a Pescadería Manolo. Ya te veo viviendo debajo de un puente). El caso es que contestaron y acerté de pleno, porque era la mismísima directora del museo. Me dijo que me presentara allí en media hora y eso hice.

El museo
Por el camino iba pensando en el tema de las prácticas. ¿Me darían algo interesante para hacer durante estos meses o me pondrían a hacer fotocopias? Sobre lo que no albergaba muchas esperanzas era la gente con la que trabajaría. Daba por hecho que serían personas de una cierta edad, desde luego no de la mía, con la que no tendría mucho en común. Afortunadamente me equivocaba.
Cuando llegué me encontré a una tipa que salía del edificio medio corriendo. Cuando me vio se paró en seco, se presentó como la directora y me dijo que ella se piraba, pero que volvía luego, así que luego hablaríamos. Mientras podía conocer a los chicos del servicio de acogida y que me enseñaran un poco la colección. Todo esto sin yo decir ni esta boca es mía. A veces pienso que si en vez de ser yo el que pasaba por allí llega a ser un albano-kosovar de esos chungos, medio museo podría haber acabado en el mercado negro.

Al entrar me encontré de cara a tres chavales, bueno, 2 chavales y una señora un poco más crecidita. Si en ese momento me hubieran dicho todo lo que iba a compartir con ellos en los próximos meses no me lo hubiera creído. Ellos eran Luca y Francesco. Me recordaron un poco a Astérix y Obélix. Luca era bajito, moreno con el pelo rizado y perilla. Francesco en cambio parecía un guiri, alto, regordete, rubio y de piel rosita. Los dos eran bastante jóvenes, más o menos de mi edad. Ella era Mónica, unos cuarenta, bajita, morena. Luego supe que los chicos trabajaban en el museo como guías a través de una cooperativa, mientras que Mónica estaba haciendo las prácticas obligatorias para la carrera de arqueología.

Luca y Francesco
Fue Luca el que se ofreció a hacerme la visita guiada. Recuerdo que hacía un bochorno de muerte y que no paraba de sudar mientras recorríamos las salas. La colección era alucinante, no entro en detalles pero, resumiendo, consistía sobretodo en materiales de época etrusca y romana provenientes de la provincia (justo lo que me interesaba). El último piso estaba ocupado por la colección de arte sacro (el nombre oficial del museo es Museo Archeologico e d’Arte Sacra della Maremma, en resumen, dos museos en uno) con lo típico, cuadros de Vírgenes, estatuas de Cristos, cálices, cruces y esas cosas que sinceramente, no me interesan un carajo.

El anticuario
                  
La sala de las estatuas

El ajuar de la Tumba de los Marfiles
Durante la visita conocí al resto del equipo que trabajaba allí: Cristina, la restauradora, dos arqueólogas, con las que no tuve mucho trato, Fiamma y Lucia, guías, y un señor que se llamaba Paolo y que aún hoy no sé a qué coño se dedicaba allí dentro. Y nunca se lo pregunté, porque no entendía nada de lo que decía, podría decirse que hablaba a pedos. Y la sorpresa fue Osvaldo, un jubilado de correos apasionado por la arqueología y que trabajaba allí por amor al arte, sin ningún tipo de cargo. En resumen, uno de los muchos personajes de esta tierra y del que os hablaré más adelante con detalle.

Cuando conseguí hablar con la directora, no me aclaró demasiadas cosas. No me dijo en que habría consistido mi trabajo, sólo que ya me lo iría diciendo Osvaldo sobre la marcha. De vuelta a la tienda del museo, me regalaron un montón de libros: la guía del museo, la guía de la ciudad, la guía para niños… Fue gracias a la guía de la ciudad que pude informarme un poco sobre su historia y por tanto, hacer lo que dije en el post anterior, conocerla un poquito mejor. Pero eso ya lo dejo para otro día que ya bastante rollo os he soltado por hoy jejeje.

sábado, 13 de agosto de 2011

El careto de Grosseto

Los días siguientes a mi llegada decidí tomármelos con tranquilidad. La experiencia en Inglaterra me hizo darme cuenta de que, cuando llego a un sitio nuevo, necesito un poco de tiempo para situarme en el espacio-tiempo, esto es, conocer un poco el lugar física y mentalmente. Es como cuando te presentan a una persona de la que has oído hablar; a su nombre le asocias inmediatamente una cara y un cuerpo y con el tiempo llegas a conocer parte de su personalidad, sus secretos, su forma de pensar. Con las ciudades pasa lo mismo. Recuerdo que cuando llegué a Bristol por primera vez me pareció un agujero asqueroso en el fin del mundo, pero al cabo de un par de meses la veía hasta bonita. Por eso tenía ganas de empezar a descubrir Grosseto. Cuanto antes lo hiciera, más cómodo estaría y menos pensaría en Madrid.

Por lo que había visto en Googlemaps cuando buscaba casa desde Madrid, la ciudad se situaba en el extremo de una gran llanura, cerrada por tres de sus lados por montañas y por el mar en su extremo oeste, a unos diez o quince kilómetros. No era excesivamente grande, unos 70.000 habitantes, y en el centro destacaba el casco histórico, pequeñito en comparación con el resto y delimitado por las típicas murallas de época moderna a forma de estrella. Desde un primer momento me sorprendió lo bien comunicada que estaba: con el tren, te plantas en dos horas en Roma, en poco más de una en Pisa, y en bus tienes Siena y Florencia a una y dos horas respectivamente. Entre eso y el mar me iba a hinchar a hacer turismo.

El primer día me desperté tarde y después de desayunar (leche sola, aquí no tienen cola-cao, ainsssssss ya empieza la morriña) salí a la calle y seguí el mismo recorrido que había hecho con Michele la noche anterior. Me fijé que los edificios eran bastante nuevos, tendrían máximo unos treinta años. Las calles estaban un poco desastradas (a veces no sabía si los agujeros que veía eran baches o cráteres de bomba de cuando la guerra), y no digamos ya los “parques”. Para entrar en algunos habría venido bien montarse en el elefante del circo… Me di cuenta de que los edificios cambiaban de golpe poco antes de llegar a las murallas. Eran parecidos a los que hay en Roma en los barrios construidos durante el fascismo.

Las murallas, y lo digo de nuevo, son impresionantes: construidas en ladrillo formando bastiones triangulares, recuerdan a las de la ciudad de Luca o a las de Ciudad Rodrigo, aunque en versión más de andar por casa. Para superarlas desde donde yo venía, habían aprovechado una brecha para encasquetar un puente muy modelno que además salvaba el foso. Lo primero que te encuentras es, como dije en el post anterior, la cárcel, y a la derecha, encastrada en la muralla, una torre de piedra que claramente era mucho más antigua. Son los restos de la primera fortaleza, el cassero, contruida por los sieneses en el siglo XIV.

Las murallas y el Cassero
El centro de la ciudad es otro mundo. Chiquitín y peatonal, parece un pueblecito. Una calle principal, el Corso, lo atraviesa de norte a sur, entrando por la Porta Nuova y saliendo por la Porta Vecchia. En el centro se ensancha hasta formar la Piazza Dante, circular y porticada en uno de sus lados. Es el corazón de la ciudad, con los edificios más importantes: la catedral, el ayuntamiento y la sede del gobierno provincial (Porque ahí donde la veis, Grosseto es la capital de la provincia del mismo nombre, una de las diez que forman la Región Toscana).

La catedral y el ayuntamiento.
 
Piazza Dante con la estatua de Leopoldo II de Lorena

Piazza Dante, con la catedral y el Palazzo della Provincia
Aparte esto, no había mucho más. Otras dos plazas, con la iglesia de San Francesco y el museo (al que no entré, era viernes y pensé que total esperar hasta el lunes no iba a ser un gran trastorno para nadie) y la Piazza del sale (Plaza de la sal), con lo que parecía, ¡oh, gracias Señor!, un pub irlandés. No era exactamente lo que tenía en mente para ir a tomar algo por las noches en la Italia profunda, pero por algún sitio podría empezar.

Después de un par de horas dando vueltas, ya me había hecho una primera idea de lo que este sitio me ofrecía. Grosseto ya tenía cara. Ahora faltaba hablar con ella, entenderla, conocer su historia. Y para eso, qué mejor que el museo, ¿no?

P.D.- Después de las reformas financieras del gobierno Berlusconi, la provincia de Grosseto ha sido anulada, así que ya no vivo en una capitaaaaalllll. Silvio, ¡CABRÓN!

jueves, 11 de agosto de 2011

Una tierra nueva.

Junio de 2009, Salamanca, facultad de filología. El director del master me dice que me han aceptado para hacer las prácticas en el museo arqueológico de Grosseto…. ¿Y eso dónde carajos está?

2 de septiembre de 2009, estación de Grosseto. Son las 4 de la tarde, hace un calor de narices y llevo en el cuerpo un viaje de avión de dos horas desde Barcelona y otro en tren de hora y media desde Pisa. Sin contar el mochilón, la maleta, la mochila y el zurrón (¿son cosas mías o esto parece un villancico?). La estación es pequeñaja, mucho turista, algún rumano malencarao, un par de pobres…. Lo típico. Más perdido que un piojo en un culo, salgo a la calle buscando a Michele, mi compañero de piso. He alquilado una habitación que encontré en una página de internet sólo por un mes, así que si sale bien, genial, y si sale mal, es sólo un mes.

La estación de Grosseto
Encuentro al muchacho… médico, 33 años, de Bari y más feo que un pie (ya empiezan a caérseme algunos mitos jajaja). Vamos a casa en su coche, menos mal que ha venido a buscarme porque está al otro lado de Grosseto. Primera impresión de la ciudad… muy normalucha, sin nada especial, más grande de lo que me esperaba y ni rastro de un centro histórico ni nada que se le parezca. ¿Pero esto no es la Toscana copón? ¡¡Dónde están las villas, los caminos bordeados de cipreses, los campos de girasoles, los viñedos!!

La casa resulta ser un apartamento de dos pisos, en un barrio residencial nuevo a las afueras de la ciudad, tranquilo y a quince minutos andando del centro. Mi parte de la casa es el segundo piso, con una habitación algo pequeña, un baño y una peazo cacho de terraza. Las vistas no es que sean nada del otro jueves, pero mola tener todo ese espacio, hasta hay un par de tumbonas y una mesa.


Las vistas desde mi megaterraza
Lo primero que hago en mi nuevo hogar es ir a la compra. Michele me lleva a un Eurospin, una especie de Lidl, que es lo más cercano, en medio de un polígono. Lo curioso es que para llegar tenemos que pasar por un descampado donde han puesto un circo ambulante y tienen a los bichos en corrales. ¡Hay hasta un elefante! Los siguientes días será muy bizarro eso de pasar al lado de cebras, llamas y paquidermo con las bolsas de la compra. Y será gracias a este circo y sus animalillos que empiezo a ver como funcionan aquí los servicios públicos, sobretodo el de limpieza. El circo se fue al cabo de unos días, pero la mierda de los bichos se quedó y nadie la recogió en ningún momento. Y mira que Dumbo echaba unas bostas como cabezas, pues allí que seguían cuatro meses después (y no exagero, cada vez que pasaba por allí en coche me fijaba).

Cuando la nevera estuvo llena, Michele, muy majete el hombre aunque, repito, más feo que hecho a posta, me llevó a dar una vuelta por el centro. ¡Por fin! Un centro histórico, con sus monumentos, su catedral y, sobretodo, su museo, que era donde iba a currar yo. Ya os contaré más tranquilamente en otro post (jolín que tesnológico me siento usando estos términos) la historia de Grosseto. Basta decir por ahora que el centro me pareció muy mono, separado del resto de la ciudad por unas murallas impresionantes, con las calles peatonales, alguna iglesia, un par de plazas chulas (en una de ellas estaba el museo) y tranquilo……..demasiado tranquilo. Vamos que no había ni Dios por la calle, y eso que eran las 9.30 de la noche. Fue entonces cuando empecé a sospechar que no iba a tener muchas opciones de fiesta en esta tierra.

Y por supuesto, no faltó su momento Friki. Resulta que en este sitio la cárcel sigue estando en medio de la ciudad, en un edificio pequeñito y de aspecto bastante lúgubre, que te encuentras nada más atravesar la muralla. Parece la prisión de los clicks, hasta el punto que había gente en la calle hablando con presos que se asomaban entre las rejas de las ventanas. Hasta aquí nada sorprendente y menos para un nativo de Carabanchel, que eso lo lleva viendo desde crío. Lo que me llamó la atención fue que, después de estar hablando en italiano todo el día, me di cuenta de que a estos los entendía más que bien. Y tanto, eran sudamericanos jajajaja.

     La cárcel, sin recinto de seguridad ni nada. Los guardias
                                          siempre estan sonriendo, tienen el pelo rígido con flequillo
                                          cortado a picos y sólo pueden mover los brazos adelante y atrás.

De vuelta a casa me fui directo a la habitación, deshice las maletas, hice la cama y me asomé a la terraza. La noche era fresca, no se oía ningún ruido, sólo los grillos y (no es coña) un barrito del elefante. A lo lejos, muy pequeñito, el campanario iluminado de la catedral destacaba entre las siluetas de los edificios. Empezaba una nueva fase y la cosa de momento pintaba bastante bien. Cierto, tenía que ponerme a buscar una casa, ir al museo y enterarme de en qué consistirían mis prácticas y terminar de adaptarme a la nueva situación, pero el buen ánimo lo tenía y con eso se llega a todas partes. Más difícil que en Inglaterra no lo iba a tener así que si pude con aquello…

Y en estas estaba, con mis movidas mentales, cuando noté un pinchazo en el cuello. Me di un golpe con la mano y fue entonces cuando descubrí otra de las muchas y encantadoras facetas de esta tierra: los mosquitos tigre…

martes, 9 de agosto de 2011

¡¡¡NOOOOOO!!! !!!Otro amigo con blog nooooo!!!

Bueno, ante todo gracias por haber aceptado mi invitación y bienvenidos a este pequeño rinconcillo ciberespacial creado, más o menos, por un servidor. Y digo más o menos porque aún no está terminado. Como muchos de vosotros sabéis, los ordenadores y yo no nos entendemos especialmente bien y todavía estoy intentando enterarme de como funciona esto de crearse un blós personal, así que con el tiempo iréis viendo algún cambio en la estructura y apariencia de este proyecto que espero que vaya creciendo poco a poco.

La intención principal de este blog es contaros un poco las cosas que me han pasado en estos casi dos años que llevo viviendo en Italia, los sitios que he visto, la gente que he conocido, pero sobretodo descubriéndoos una zona desconocida para la mayoría de la gente y que es la responsable en gran medida de que haya prolongado varias veces mi estancia aquí: la Maremma. Y diréis, "¿Y por qué coño no has empezado a escribir esto hace dos años, anormal?", pues chico, porque se me ha ocurrido ahora jajaja.

No quiero que esto se limite a describir sitios en plan guía de viajes. Para eso ya está la Lonely Planet, que lo hacen muy bien y además cobran por ello (un mínimo de 20 leuros el libro). Esto es gratis y encima lo hago yo, así que será mucho mejor que cualquier guía de esa banda de neohippies comemarmotas. Tengo pensado crear varias secciones en las que se hablará de historia, de arte, de arqueología, pero también de gastronomía, cine, libros, costumbres de esta gente, entrevistas..... Vamos que si os aburrís es que sois raros de narices.

Tranquilos, esto no será una serie de artículos largos y cansinos ni os estaré dando el coñazo para que los leáis, aunque eso sí, si lo hacéis, dadme vuestra opinión que no os cuesta nada jajaja. Intentaré hacerlos entretenidos para que al menos os ayuden a matar 5 minutillos que tengáis libres en el curro. Si consigo eso, me daré por más que satisfecho.

Pues lo dicho, que no me quiero alargar más. De nuevo bienvenidos y ¡a leer!

P.D.- Por si alguno no había entendido el chiste de Lonely Planet y los comemarmotas, aquí os dejo un minuto del documental que hicieron de Mongolia...

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